YO DIGO SÍ A LA PAZ

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domingo, 14 de junio de 2015

HAY QUE INSISTIR EN EL CESE BILATERAL

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Los últimos y más recientes hechos de guerra, perpetrados por tropas oficiales (Estado) y de las Farc, poco a poco, y de manera eficaz, van dejando sin sentido el modelo de dialogar y negociar en medio de las hostilidades. Al final, la madurez política de las partes para sentarse a negociar y lograr acuerdos preliminares en tres de los seis puntos de la Agenda, es sobrepasada por la tozudez de seguir en la Mesa, mientras que guerrilleros y militares mantienen su lucha, bajo el equivocado principio de Ojo por ojo, diente por diente[1].

Y a pesar del rechazo generalizado contra las Farc, por parte de una opinión pública manipulada mediáticamente[2], ha sido esta organización guerrillera la que más pasos ha dado para desescalar el conflicto. Y lo hizo, declarando un cese unilateral[3] al fuego, que se prolongó por varios meses. Claro, no podemos desconocer que en varias ocasiones las mismas Farc rompieron el pacto, pero en otras, también hay que decirlo, sus respuestas se dieron ante el acoso y los ataques directos de las Fuerzas Militares.

Entre tanto, la respuesta del Presidente Santos de no bombardear[4] campamentos  de las Farc, pero mantener los operativos terrestres y fluviales, sumió al país en una especie de cese bilateral no declarado. Esas circunstancias, sirvieron para desescalar el conflicto, a juzgar por las cifras entregadas por varios expertos que observaron el comportamiento de los combatientes de cada bando. Es claro que los ataques, las víctimas y los hechos de guerra, disminuyeron.

Luego, sobrevino el golpe de mano[5] de las Farc a unos soldados en el Cauca y la condena moralizante de los medios, del Procurador, de Uribe Vélez y su Centro Democrático y la contundente respuesta del Estado, con el bombardeo[6] a un campamento de las Farc en Guapi (Cauca), con el saldo de víctimas ya conocido.

Esos hechos, y los recientes sabotajes contra la infraestructura económica y los recursos naturales del país, así como el asesinato del teniente coronel de la Policía, Alfredo Ruiz Clavijo, no solo alejan la posibilidad de pactar un cese bilateral del fuego, sino que sirven para comprobar que Santos, como Presidente, no tiene el poder político para ordenar a sus generales, cesar todo tipo de operaciones contra las Farc y así pactar el cese bilateral que hoy se reclama.

Va quedando claro que esa decisión política y militar del Gobierno de Santos, hace parte de una correlación de fuerzas de la que hace parte una cúpula militar que no está sintonizada con el Proceso de Paz. Santos, cada vez más, parece negociar a nombre de su gobierno[7], y no en nombre del Estado colombiano. Hay un fuerte sector de la Fuerza Pública[8] que no apoya a Santos, aupado dicho sector, por empresarios, por miembros de Acore, el Procurador Ordóñez, Uribe y sus áulicos, así como por específicas universidades y medios masivos de comunicación.  

Así las cosas, al no tomar Santos la decisión de cesar operativos contra las Farc, plantea una trampa en la que caen fácilmente las Farc y por ese camino, el Presidente enreda el Proceso de Paz, dejando, eso sí, que la responsabilidad recaiga, con la ayuda de los noticieros de televisión, RCN y Caracol, y medios regionales como EL PAÍS, exclusivamente en la cúpula fariana. De esa forma, Santos oculta su incapacidad y falta de temple frente a una vieja, voraz y fuerte burocracia armada, que poco a poco, mina la confianza pública que necesita este complejo proceso de negociación.

Tan relativo es el liderazgo y el control político y militar que Santos ejerce como Presidente y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, que solo atina a ordenar arreciar los ataques contra las Farc, cada vez que éstas dan un golpe, al tiempo que desoye los llamados (verdaderos gritos) del ex candidato a la Presidencia, Oscar Iván Zuluaga, del Procurador Ordóñez Maldonado, y de otros sectores de poder, de levantarse  de la Mesa instalada en La Habana. Se trata de un doble juego, fruto o propio de la trampa en la que se cae cuando se decide negociar en medio de la guerra.  

A estas circunstancias, hay que sumarle el débil liderazgo de la Iglesia Católica para presionar un cese bilateral del fuego, y claro está, el silencio de las Universidades y el de los empresarios, banqueros, industriales y de otros sectores de la sociedad civil, ante hechos de guerra que solo sirven para probar el agotamiento del modelo de negociar en medio de la guerra.

Lo anterior es fruto de una sociedad civil atomizada, que actúa de manera desarticulada y presiona decisiones desde centros urbanos, en donde poco o nada se valora la vida de campesinos, afrocolombianos e indígenas, que son quienes sufren los rigores de los bombardeos de las fuerzas armadas y las acciones de sabotaje y los ecocidios perpetrados por las propias Farc.    

Desde esta Tribuna, hago un llamado a la sensatez, a la cúpula de las Farc, a Santos y a los Generales, y a los enemigos y contradictores del Proceso de Paz, para que depongan sus intereses, odios y resquemores, en aras de avanzar hacia un cese bilateral del fuego que le conviene a todos, en especial a las familias de los soldados y guerrilleros pobres que mueren, en nombre de una Patria que jamás ha valorado sus vidas. Qué fácil resulta disponer de la vida de soldados y guerrilleros, mientras que comandantes militares y guerrilleros toman whisky o mojitos, en casinos de oficiales o mirando el mar, desprevenidamente, desde el malecón. Y más fácil aún resulta pedir más y más bombardeos, desde espacios urbanos, lugares estos donde se rechaza la presencia de los millones de desplazados que viene dejando este degradado conflicto armado interno. ¿Hasta cuándo?     


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